Entrevista a Julia Pesce

Poéticas de la intimidad

Julia Pesce
Julia Pesce

Entrevista a la directora de «Nosotras/Ellas», que se estrena en el Centro Cultural Córdoba

La semana que se inicia será probablemente la más importante del año para la producción cinematográfica local, pues dos de las mejores películas que se han filmado en los últimos años tendrán su primer encuentro con el público cordobés: el lunes a las 21 se estrenó «Nosotras/Ellas», de Julia Pesce, en el Centro Cultural Córdoba (Av. Poeta Lugones 401); mientras que el jueves llegará «Las calles», de María Aparicio, al Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49).

No se trata de dos películas más para Córdoba -como lo sugieren los premios en festivales de todo tenor que acumulan: el filme de Pesce llega de hecho tras un larguísimo recorrido por festivales del mundo que la llevó a ganar hasta en el Yamagata International Documentary Film Festival de Japón en 2015-, pues cada una a su modo merecen revolver el panorama de la producción local, que parecía haberse adormecido en cierta tendencia a filmar la intimidad con ficciones de tono minimalista, donde la prolijidad de la puesta en escena termina muchas veces conspirando contra el riesgo. Todo lo contrario ocurre en «Nosotras/Ellas», donde esa dimensión de intimidad y autoreferencialidad es llevada al extremo: en su ópera prima, Pesce filma la cotidianeidad de las mujeres que componen su familia ampliada sin ningún prurito a la hora de exponer la complejidad de sus vínculos, los padecimientos y conflictos que las surcan, como también sus propios cuerpos -que experimentan situaciones límites como el tránsito hacia la muerte o un nacimiento-, para componer un acercamiento radical a una comunidad que funciona con sus códigos propios, a veces a contramano de la sociedad, cuya interpretación la directora deja librada al espectador.

Aquí, Pesce desmenuza los pormenores de la realización de su película, donde estuvo a cargo de prácticamente todos los rubros, a excepción únicamente de la posproducción.

¿Cómo surgió Nosotras/Ellas?

Julia Pesce (JP): La película surge hace mucho tiempo porque tiene un proceso de producción larguísimo: al principio fue como una especie de cuestionamiento que yo me hacía respecto a este grupo particular de mujeres que me generaba contradicciones, dudas, como una doble sensación de amor/odio digamos. Eso fue el inicio, la idea germinal: después la película se fue transformando y lo que definitivamente me posicionó a filmar un proyecto más amplio y más concreto fue la enfermedad de mi tía-abuela. Cuando nosotros nos enteramos de que estaba enferma, ya sin vuelta atrás, me dije “esto no se va a repetir nunca más y si yo no lo registro, si no lo tengo conmigo, lo voy a perder para siempre”. Ese fue el puntapié concreto que me hizo ir a la casa y filmar más regularmente. Pero el inicio fue ese conflicto, esa necesidad de alejarme un tanto de ese grupo de mujeres para poder mirarlas desde afuera, aunque nunca totalmente porque yo pertenezco y soy una de ellas, pero la cámara me permitía hacer un paso al costado y poder ubicarme en un lugar que no podría ocupar sin ella, para poder observarlas, para poder entenderlas o para seguir preguntándome cosas. Después la película, más que una crítica hacia ellas, termina siendo una observación amorosa de esas formas de vincularse que me resultaban tan conflictivas.

¿Cómo pensaste ese acercamiento hacia ellas y sus cuerpos?

JP: Mi acercamiento a ese universo fue muy intuitivo en un principio. Como fue mi primera experiencia como directora  de un proyecto largo, fui encontrando la forma un poco en el hacer. Pero sí había unas ideas que atravesaron todo el proceso y que las iba pensando contantemente mientras filmaba y trabajaba con el material: por ejemplo, el acercamiento estético en cuanto al uso de la cámara y los encuadres responde a la idea de que todas las mujeres de la película son una parte de las otras mujeres, como si todas fueran una y una fuera todas a la vez, o como si cada una tuviera partes de las otras. O sea, cada cuerpo tiene partes de esas otras mujeres, como si se pudiera formar un cuerpo único con los cuerpos de todas: esa es una idea que me interesaba traducir en las imágenes y la forma de encuadrar responde a veces a ella. También, porque siempre me atrajo la sensualidad que transmiten los cuerpos, las pieles, las texturas y sobre todo las marcas, aquello que hace particular a esos cuerpos pero que también te hablan del paso del tiempo.

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¿Cómo construiste la gran intimidad que lograste? ¿Te pusiste algún límite?

JP: La intimidad estaba dada desde un inicio, porque yo formo parte de ese grupo de mujeres y en algún punto ellas confían en mí. Mi tía abuela, cuando estaba en cama, sabía que yo estaba filmando pero en ningún momento se sintió incómoda o invadida, porque yo también busqué la forma de respetar su espacio en sus últimos momentos. Lo mismo con mi hermana en su desnudez o mi mamá en su desnudez, porque ellas sabían que yo las estaba filmando pero en ningún momento buscaban taparse u ocultarse. Los límites me los planteaba yo sola, y tenían que ver únicamente con el respeto a los personajes que tenía enfrente. Yo filmaba todo lo que podía: como la película se gestaba en la marcha, todo lo que podía filmar lo filmaba. Quizás las discusiones me generaban más preguntas sobre cómo filmarlas sin interrumpirlas ni incomodar a sus participantes: nunca dije “esto no lo voy a filmar porque es demasiado, no corresponde”. En todo caso, yo filmaba y después evaluaba si podía usarlo o no.

¿A qué responde el uso de la cámara en mano?

JP: En la práctica, era más cómodo para mí porque me permitía mucha libertad de movimiento, me podía reubicar en cualquier espacio y cualquier situación de acuerdo a las necesidades que tuviera. También  hay que tener en cuenta que estaba sola, porque filmé sin equipo de ningún tipo, únicamente yo en el rodaje. Pero en cuanto a lo estético, la cámara en mano también responde a esta idea de que la cámara tiene una especie de pulso vital que tiene que ver con la película, porque es como un pequeño corazón, un pequeño pulso, si se quiere. La película no es algo estático sino algo que está en movimiento, muy tranquilo, pero en movimiento. Y también soy yo, que participo de esa comunidad y de esos acontecimientos a través de la cámara.

¿Por qué insertas pequeños textos en off con anécdotas de los personajes?

JP: Son como marcas de transformaciones, que están en relación a personajes que transforman de algún modo la película. La segunda voz en off que aparece es referida a mi tía Judith, y relata un recuerdo que yo tengo respecto a ella: son cosas que sucedieron y ya no van a suceder nunca más, por eso están insertados sobre placas negras, porque son recuerdos que no voy a poder filmar porque ya no existen más, porque ahí mi tía se acababa de morir. Entonces, son transformaciones radicales dentro de la vida de esas mujeres en esa casa, son memorias de cosas que no van a pasar más y por eso las asociamos al negro.

La casa misma funciona como un personaje…

JP: Al principio tenía mucho más peso de lo que terminó teniendo finalmente, era como un personaje más que contenía a todas esas mujeres y a todas esas historias, las de esas mujeres pero también las de quienes las antecedieron en otras generaciones. Esto igual se traduce en la película porque es así: esa casa la construyeron mis bisabuelos y fue donde transcurrieron casamientos, muertes, nacimientos… toda la vida de la familia pasó por ahí. Entonces, inevitablemente eso atraviesa a la película, aunque al principio fue una idea que terminó teniendo menos peso, pero sí fue una búsqueda desde el inicio porque la casa es contenedora también de otros cuerpos y otras historias y tiene marcas visibles y no visibles de ellos. Es lo que permanece también, como si las mujeres se fueran reemplazando: se van las más viejas y entran a la casa las generaciones que siguen, y así se va renovando en círculo vital en que todos vivimos.

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¿Por qué decidiste mostrarte a través de un video?

JP: Eso fue toda una decisión que discutimos mucho con Lucía Torres, que editó la película –cuyo trabajo es imprescindible-, porque teníamos que pensar si era importante estar presente en la imagen. Para mí era importante plantear que yo también formo parte de ese grupo familiar, que yo comparto esa forma de relacionarnos. Entonces, la única forma que encontré orgánica, no forzada, fue esa, aunque si uno ve la película mi presencia va en escalada: mi voz en off al inicio ya muestra que soy yo la que mira, la que habla, la que organiza el relato. Después, al principio me miran, luego me nombran y finalmente aparezco filmando en ese videíto.

El trabajo con la luz es notable, ¿cómo te lo planteaste?

JP: Tenía que usar la luz natural disponible porque no tenía equipos ni presupuesto ni gente que me ayudara con luz artificial para armar un espacio. También eso hubiera hecho que la dinámica fuera distinta, porque armar un espacio no es lo mismo que entrar a un espacio común como suele estar, hay que tener una preparación previa. Esto en cambio era muy espontáneo, yo podía manejarme con total libertad, agarrar la cámara, prenderla y filmar.

¿Cómo filmaste el parto de tu hermana?

JP: Fue muy intenso. En ese momento yo estaba filmando una serie y le tuve que pedir a la directora que me dejara ir porque mi sobrina estaba por nacer y yo lo tenía que registrar sí o sí porque ya sabía que iba ser el final de la película. Entonces fui a la casa de mi hermana pero después fue un proceso de todo un día: nosotros vemos unos minutos nomás, pero duró unas 24 horas. Empezó con el trabajo de parto a la mañana y yo filmé todo el día, todo lo que pasaba, pero recién a la noche, a la madrugada, nació mi sobrina. Yo estuve ahí todo el tiempo, dentro de esa habitación, tratando de no interrumpir el proceso, de no generar distracciones, de ser una observadora muy respetuosa de ese momento y esa intimidad…. pero fue muy fuerte: en el momento en que nace mi sobrina yo quería soltar la cámara e ir a verla, pero conseguí retenerme un momento para poder filmar. Ahí había muy poca luz, porque decidieron apagar todas las luces y dejar un velador con una telita roja, y yo me tenía que adaptar a esa situación: al final resultó perfecto, porque esa luz anaranjada le da una belleza a la escena que permite observar los detalles, los contornos, el brillo del agua y de las pieles, captar la la intensidad del momento…  pero todo fue decisión de mi hermana, yo no tuve nada que ver, yo me tuve que adaptar al azar de la situación y elegir la ubicación de la cámara para guardar esa intimidad.

Por Martín Iparraguirre

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PD: La película se proyectará el martes y miércoles de esta semana, a las 21, en el Centro Cultural Córdoba (Av. Poeta Lugones 401), donde seguirá la próxima semana a las 21. Con Entradas a 30 pesos. Jubilados y estudiantes de cine con libreta pagan 15. El jueves 23 de junio se estrenará, a su vez, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (http://cineclubmunicipal.com/peliculas/nosotras-ellas/)

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