Comienza la 4ta. Semana Mundial de la Cinefilia

Bienvenido, bienvenido amor

El encuentro tendrá lugar desde hoy hasta el 8 de marzo en el Cineclub Municipal Hugo del Carril

Tal como en 2022, el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49) iniciará hoy su funcionamiento a pleno con la 4ta Semana Mundial de la Cinefilia, una propuesta organizada por la revista de crítica “La vida útil” que ya se ha convertido en una de las tradiciones más importantes de la ciudad en materia cinematográfica. La coincidencia resulta auspiciante ya que el encuentro está destinado a celebrar la cinefilia en todas sus formas, eje existencial de la sala municipal desde su creación hace ya más de 20 años, que durante ocho días –hasta el 8 de marzo- se convertirá en sede de la experiencia más parecida a un gran festival de cine que tiene nuestra ciudad.

Como siempre, el encuentro reunirá a críticos, programadores y especialistas de todo el país –e incluso vendrán de España y Perú-, quienes presentarán películas, ofrecerán charlas y dialogarán con el público. La novedad estará este año en su extensión, que prácticamente duplica a las ediciones anteriores, así como también crece la variedad de la programación, que incluye focos de directores legendarios como Henry King, Narcisa Hirsch o Manuel Romero; además de las selecciones curadas por los invitados -que son Maui Alena, Eva Cáceres, Lucía Salas y Nicolás Carrasco-; tres funciones del clásico televisivo “Filmoteca en vivo” -con Fernando Martín Peña y Roger Koza presentes-; y un ciclo de charlas sobre críticos célebres de distintas partes del mundo. La variedad de la propuesta se distingue desde el inicio, pues oficialmente comenzará hoy, a las 20:30, con la proyección de la mítica “Way of a Gaucho” (EE.UU./Argentina, 1952), de Jacques Torneur, al aire libre en el Pasaje Santa Catalina, donde se filmó en parte. Y cerrará con un festín de género servido por un especialista, el crítico marplatense José Michio, quien programó “Alligator” (EE.UU, 1980), de Lewis Teague. Por cierto, como protagonista clásico ya del encuentro, Miccio ofrecerá hoy a las 19 en el Cineclub Municipal la charla de apertura, titulada de modo prometedor: “Fuego sagrado”. Para profundizar en las promesas del encuentro, cuya programación completa se encuentra en la página web de “La vida útil” (http://lavidautil.net), hablamos con Martín Emilio Campos.

La semana… va ya por su cuarta edición, con lo que podríamos empezar a trazar una identidad. ¿Cuál sería?

Martín Campos (MC): Creo que cualquier intento por definir la identidad de la Semana de la Cinefilia estaría vinculado a su espíritu lúdico a la hora de buscar vínculos y formas de vincularse con el cine de las décadas anteriores. A lo largo de estas cuatro ediciones, los formatos han variado, hemos asumido diversos desafíos nuevos y expandido de a poco el alcance de nuestra propuesta, pero siempre ha mantenido en su corazón la idea de conectar con alegría y emoción, en un disfrute genuino y pasional, las películas que nos han precedido y que nosotros y nuestros amigos invitados han amado y admirado por diversas razones.

Respecto a la propuesta, hay una idea de fondo que tiene que ver con la dimensión comunitaria del cine…

MC: Nosotros estamos convencidos y atravesados por la noción de la cinefilia como esa actitud generosa a la hora de compartir las películas que nos han impactado y, por supuesto, que nos han ayudado a interpretar el mundo, a ponerlo en perspectiva, a amarlo y pensarlo. El cine siempre ha sido una experiencia colectiva, tanto en su realización como en su recepción, y para nosotros es un principio que jamás abandonaremos. Porque además, en nuestro caso, ha sido también una gran causa por la que nos hemos hecho amigos, por la que conocimos a un montón de personas que admiramos y queremos y que emocionan diariamente nuestra vida (…). De ahí surge también la idea de este festival, de poder replicar eso que tanto amamos hacer cuando podemos viajar a otros festivales, que es encontrarse con los demás en las proyecciones, y después poder conversar sin fin con la excusa de este arte hermoso, profundo, divertidísimo e inagotable.

Es evidente el crecimiento del encuentro, ¿qué cosas cambian en esta nueva edición?

MC: Gracias al apoyo incondicional del Cineclub Municipal, que ha sido nuestra casa en estas cuatro ediciones, este festival ha podido crecer año a año en ambición y en proyecciones. Desde los cuatro días que tuvimos en el Auditorio Fahrenheit en 2018 a este 2023 en el que tendremos por una semana entera todas las funciones en la Sala Mayor y un turno matutino en el Auditorio que nos vio nacer, cada edición hemos podido invitar a más amigos, compartir más películas e incluso fortalecer el vínculo con instituciones que admiramos y que vienen haciendo una tarea incansable, extremadamente esencial y a puro pulmón, como el Museo del Cine. Gracias a ello podemos, por ejemplo, contar con una retrospectiva en fílmico de uno de los enormes maestros de la historia del cine argentino como es Manuel Romero, de quien podemos ver varias de sus obras cumbres en una calidad envidiable. Es un crecimiento que se explica también a que afortunadamente el público ha hecho suyo este pequeño evento, acompañando absolutamente todas y cada una de las propuestas que hemos organizado con muchísima pasión, generando también en gente de otras provincias un interés por participar y ser parte.

Hay en la programación una voluntad evidente por explorar la historia del cine, ¿a qué responde esta filosofía?

MC: La semana siempre hizo hincapié en la programación de películas de otras épocas a través de esta dinámica lúdica que encontramos que es convocar a amigos para que elijan sus obras favoritas, de forma que nunca se pierda esa emoción que les supieron generar. Pero también hay una necesidad de conectar el cine que vemos en el presente con una tradición enorme que tiene más de 125 años. Particularmente la película de apertura de este año (“Way of a Gaucho”, de Jacques Torneur) es de 1952, producida en Hollywood, que fue filmada en Argentina y en algunas locaciones de Córdoba, particularmente el Pasaje Santa Catalina. Por lo que nos pareció un gran homenaje a la película y a la historia del cine de Córdoba poder proyectarla en el lugar donde fue filmada. La historia del cine de Córdoba es muy rica y se extiende mucho más allá de la expansión que tuvo en los últimos 15 años, quizás es una historia que no ha sido contada de una forma adecuada.

¿Cómo definen la programación?

MC: Todos los años, a nuestros invitados les damos carta blanca para que elijan las películas que quieran, aunque contemplando ciertas reglas: para esta edición, pusimos la consigna de “Maximalismo/Minimalismo”. Es decir, deben combinar, en un programa doble, una película que tenga una producción grandilocuente, enorme, con otra película que tenga una propuesta mucho más modesta en materia de producción de las historias; aunque por supuesto las categorías se pueden interpretar libremente.

Contame un poco de los focos.

MC: Por un lado, tenemos cinco largometrajes restaurados de Narcisa Hirsch, con una calidad increíble, gracias a la fundación homónima. Las películas de esta eximia directora del cine experimental argentina se presenta además como complemento del libro de Pablo Martín sobre cine experimental argentino titulado “La imagen revelada”, que editó recientemente “La vida útil”. Ver estas películas amplía mucho lo que conocemos sobre el cine argentino, una búsqueda que se complementa con las cuatro películas que vamos a pasar de Manuel Romero, un cineasta fundamental de la década del ´30 de los mejores que ha tenido nuestro país. Vale destacar la calidad de las películas que pasaremos, que pocas veces se pueden ver así, ya que las copias que se encuentran en internet tienen muchos problemas. También sirven para visibilizar el trabajo que hace el Museo del Cine para conservar y restaurar las películas y seguir poniendo en discusión las políticas públicas que tiene nuestro país para cuidar su acervo cinematográfico.

Respecto a las charlas, este año decidieron enfatizar el abordaje de críticos de cine

MC: Tienen que ver con que el festival surge de una revista de crítica y todos los años dedicamos un segmento para poder discutir en torno al tema, es decir las formas en las cuáles escribimos acerca de lo que vemos. En la primera edición, los invitados debían elegir textos que fueron importantes para cada uno, en la segunda y tercera hicimos un taller de crítica cinematográfica y ahora vamos a hacer una actividad nueva, que son charlas gratuitas donde los invitados hablan de críticos que les resultan importantes y desarrollan una especie de diálogos en torno a ellos.

Por Martín Iparraguirre

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Toda la programación se encuentra en http://lavidautil.net/2023/02/08/4smc/

Festival de Mar del Plata 2022

El regreso de un viejo amor

Comienza la 37 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata con un formato que vuelve a la era previa a la pandemia, con presencialidad plena

“La idea es que nadie se quede afuera”, sintetizó en una entrevista reciente el flamante director artístico del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que mañana iniciará su 37 edición con la promesa de volver a sus mejores tiempos, ya sin el fantasma de la pandemia de coronavirus como amenaza y límite fáctico a las posibilidades del mayor encuentro cinematográfico de Latinoamérica. Pablo Conde debutará al frente del equipo programador que supo dirigir la cordobesa Cecilia Barrionuevo –quien sigue vinculada al festival, organizando el 5° Foro de Cine y Perspectiva de Género– en una edición que seguramente tendrá su sello forjado en las célebres noches de cine de terror de la sección Hora Cero, profundizando el tradicional eclecticismo del encuentro marplatense, cuya estampa cinéfila nunca estuvo reñida con el cine de género, más bien al contrario. “Cualquiera sea el espectador, siempre va a encontrar algo que lo atraiga”, prometió Conte en la nota. El siguiente repaso parece confirmar sus palabras. 

Por las calles de la ciudad feliz –nunca más justo el apodo que en esta época– caminarán figuras como el director norteamericano John McTiernan, responsable de filmes de acción como “Duro de matar” (1988) o “Depredador” (1987) –que se verán en las salas de la ciudad–, la cineasta francesa Patricia Mazuy –toda una promesa a descubrir, quien tendrá una retrospectiva propia –, el célebre director de fotografía portugués Rui Poças, la productora y realizadora argentina Lita Stantic y el jefe de redacción de la mítica revista “Cahiers du cinema”, Marcos Uzal, entre otros visitantes. La enumeración evidencia la heterogeneidad de la propuesta: todas las formas cinematográficas se encontrarán en Mar del Plata, que nuevamente se realizará en forma enteramente presencial, como antes de la pandemia. La sanción del proyecto de ley que extiende por 50 años las asignaciones especiales a la cultura, promovido por el diputado cordobés Pablo Carro, le pone la frutilla del postre a la fiesta cinéfila que se volverá a saborear plenamente en la ciudad costera, tras una edición virtual en 2020 y otra híbrida en 2021.

Las competencias

Como siempre, lo principal es la programación, que este año se ampliará a 241 títulos entre cortos, medios y largometrajes, con entradas accesibles a un precio de 260 pesos. También se repetirán las competencias, divididas entre la Internacional ––donde habrá cuatro películas argentinas–, Latinoamericana –con tres cintas nacionales–, Argentina y Estados Alterados –que tendrá tres argentinas–, en cuanto a largometrajes. Las competencias se replicarán en versión cortometrajes sin la última sección, que se cambia por la Competencia En Tránsito o mejor conocida como “Work in Progress”, donde participarán los cordobeses Pablo Martín Weber (con “Ecos de XingJiang”) y Alejandra Lipoma y Romina Vlachoff (“El verano más largo del mundo”) con sus respectivos proyectos en curso.

Si bien la mayoría de las películas en competencia son estrenos –y la apuesta siempre es descubrir a nuevos artistas- habrá varios nombres conocidos en las secciones: en la Internacional se encontrarán autores consagrados como la portuguesa Rita Azevedo Gomes (“O trio em mi bemol”) o el estadounidense Andrew Bujalski (“There There”) con jóvenes talentos como el crítico porteño Lautaro García Candela, miembro de la revista “La vida útil”, que presentará “Cambio cambio”, su segundo largo. A ellos se sumarán otra película estadounidense (“How to Blow Up a Pipeline”, de Daniel Goldhaber),  una paraguaya (“Lobo y perro”, de Cláudia Varejão), una boliviana (“Los de abajo”, de Alejandro Quiroga), una suiza (“Retreat”, de Leon Schwitter), una brasileña (“Saudade fez morada aqui dentro”, de Haroldo Borges), una canadiense (“So Much Tenderness”, de Lina Rodriguez) y tres argentinas más (“El rostro de la medusa”, de Melisa Liebenthal, “La uruguaya”, de Ana García Blaya, y “Tres hermanos”, de Francisco J. Paparella).

En la Competencia Latinoamericana, a la vez, se verán los nuevos filmes de los argentinos Santiago Loza (“Amigas en un camino de campo”) y Laura Citarella (“Trenque Lauquen”), grandes nombres de la cinematografía nacional, junto al debut en largo de la reconocida fotógrafa Adriana Lestido (“Errante: La conquista del hogar”); además de los estrenos del brasileño Adirley Queirós, esta vez junto a Joana Pimenta (“Mato seco en chamas”), y el chileno Ignacio Agüero (“Notas para una película”), entre las obras más prometedoras de la sección. A la vez, en la Competencia Argentina se verá el nuevo trabajo de la directora cordobesa María Aparicio (“Sobre las nubes”), junto a las películas de Martín Farina y Willy Villalobos (“Náufrago”), Mara Pescio (“Barrio modelo”), Nicanor Loreti (“Búfalo”), Leandro Listorti (“Herbaria”), y Maximiliano Schonfeld (“Luminum”), entre otros nombres conocidos a nivel nacional. Ya en la versión de cortos de la sección competirán los nuevos trabajos de los cordobeses Julia Pesce (“Las habitaciones vacías”) y Mariano Luque (“Los misterios del mundo”).

Otras secciones

La lista muestra la envergadura del encuentro y si se cortara allí ya justificaría su existencia, aunque es apenas el inicio: en las llamadas “secciones paralelas” del festival se estrenarán además las nuevas producciones de Lucrecia Martel (“Camarera de piso”); los franceses Bertrand Bonello (“Coma”), Mia Hansen-Løve (“Un beau matin”) y Serge Bozon (“Don Juan”);  los españoles Albert Serra (“Pacifiction”), Jonás Trueba (“Tenéis que venir a verla”), Isaki Lacuesta (“Un año, una noche”) y Carla Simón (“Alcarrás”); el coreano Hong Sang Soo (“Walk Up”); el norteamericano Sam Mendes (“Imperio de luz”); el mexicano Guillermo del Toro (“Pinocho”); el iraní Jafar Panahi (“No Bears”); el irakí Abbas Fahdel (“Tales of the Purple House”); y el argentino Raúl Perrone (“SINFON14”), obras que se encuentran entre lo más esperado por la comunidad cinéfila regional. Como de costumbre, Mar del Plata cierra el año festivalero reuniendo lo mejor que se vio en el mundo durante 2022, un privilegio que sólo puede ofrecer el encuentro argentino.

El festival presentará además otras secciones imperdibles, como las proyecciones de cine mudo musicalizadas en vivo (con los clásicos silentes “Nosferatu”, de Friedrich Wilhelm Murnau, y “Häxan”, de Benjamin Christensen, entre otros); un ciclo de Comedias Británicas “inoxidables”, el legendario “Hora Cero” con sus películas de género, además de los homenajes a Leonardo Favio a diez años de su muerte (con las proyecciones de “Juan Moreira”, “El dependiente” y “Nazareno Cruz y el Lobo”) y Jean Luc Godard (cuyo clásico “Sin aliento” abrirá el festival), con el filme “Godard seul le cinéma”, de Cyril Leuthy, que se propone abordar su obra de resonancias infinitas.

Más importante aún, entre los focos habrá una retrospectiva de la actriz y cineasta japonesa Kinuyo Tanaka (de quien se podrán ver “La luna se eleva” y “Pechos eternos”, junto a filmes dirigidos por Kenji Mizoguchi, Heinosuke Gosho, Keisuke Kinoshita y Mikio Naruse que la tienen como protagonista); además de focos del alemán Heinz Emigholz y del lituano Jonas Mekas, de quien se verán películas poco conocidas. A lo que se suman las charlas con Maestras y Maestros (como los citados McTiernan, Mazuy, Uzal, Rui Poças, entre otros), la presentación de al menos dos libros publicados por el festival y homenajeas a actores argentinos como Cecilia Roth y Ricardo Darín, con proyecciones al aire libre. Una vez más, el banquete está servido.

Por Martín Iparraguirre

Copyleft 2022

FICIC 2022

Un refugio para el cine

El jurado entrega una mención a Candela Pérez Celayez para»Luto», de Pablo Martin Weber.

La onceava edición del Festival Internacional de Cosquín ratificó la importancia del encuentro en el panorama nacional y regional

Con la proyección en fílmico del clásico de la cinematografía soviética “Dzhamilya” (Unión Soviética, 1969), de Irina Poplavskaya y Sergei Yutkevich, anoche cerró la 11va edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (FICIC), que en su regreso a la presencialidad plena ratificó las características que lo supieron distinguir: la lucidez de su programación –que siempre busca sintonizar con el estado presente del mundo- y la amabilidad del encuentro, capaz de ofrecer experiencias únicas a sus visitantes. La propia proyección en 35 milímetros del filme soviético dentro del ciclo de “Filmoteca en vivo”, presentado por el crítico Fernando Martín Peña, es un ejemplo de lo que puede ofrecer FICIC, pues el lector no podrá encontrar algo similar en ningún otro festival argentino, sin importar su importancia o dimensión. En FICIC, en efecto, los amantes de este arte se pudieron reunir en una sala oscura a revivir la experiencia del cine como era hace más de 50 años, cuando la idea de un mundo digital pertenecía a la ciencia ficción. Ese espíritu de respeto hacia las formas del séptimo arte latió en todo el encuentro, donde la curaduría de sus programadores supo detectar también signos de nuestra época, como la preeminencia de directoras mujeres entre las películas seleccionadas. En efecto, de las siete películas programadas en la Competencia Internacional de Largometrajes, cuatro fueron firmadas por mujeres en soledad, mientras que otras dos incluían al menos a una de ellas entre sus responsables. Algo similar ocurrió en otras secciones: por ejemplo, en la Competencia Cortos de Escuela no sólo dominaron las mujeres tras las cámaras, sino también lo hicieron las temáticas relacionadas con sus reivindicaciones de género en las películas. El propio ciclo de proyecciones en 35 milímetros curado por Peña ofreció tres filmes memorables dirigidos por directoras de la era soviética, todo un hallazgo para quienes pudieron ver las películas en vivo. El buen nivel de la programación confirma además que la selección no obedece a una suerte de concesión por parte del festival a las luchas feministas, sino a su capacidad de captar los cambios del presente, donde las mujeres parecen comenzar finalmente a tener voz en un estado de mayor igualdad frente al género masculino en la producción cinematográfica. La alta afluencia de público pese a las bajas temperaturas –y la pobre infraestructura de la ciudad– ratificó además la relevancia que sigue teniendo el encuentro en la agenda cultural de Córdoba, ya que decenas de jóvenes y adultos mayores se movilizaron hasta la ciudad serrana el fin de semana para poder asistir presencialmente al FICIC, que también ofreció una versión online –algo que no hizo mella en las salas-. Sólo las retrospectivas de los directores Kiro Ruso (Bolivia) y el argentino Pablo Mazzolo –que también ofreció la proyección de obras en 35 y 16 milímetros y súper 8- o el mencionado ciclo de cine soviético justificó la existencia de la onceava edición del FICIC, donde además se pudieron ver grandes filmes de todo el mundo.

Porque hubo mucho más en el encuentro gracias a la variedad y calidad de propuestas ofrecida por las secciones competitivas; donde la máxima ganadora resultó “No hay regreso a casa” (Argentina/Perú), de Yaela Gottlieb, que quedó como Mejor Película de la terna internacional, sobreponiéndose a películas notables como la alemana “Bloodsuckers, a Marxist Vampire Comedy”, de Julian Radlmaier, o “Estrella Roja”, de la cordobesa Sofía Bordenave. Filme en clave de ensayo personal, Gottlieb trabaja aquí la relación por momentos conflictiva con su padre, un hombre marcado por la historia del judaísmo en el siglo XX. El jurado integrado por Jara Yañez (España), Tatiana Mazú (Argentina) y Tomás Guarnaccia (Argentina) le otorgó además una mención especial a “Una película sobre parejas” (República Dominicana), de Natalia Cabral y Oriol Estrada; a la vez que reconoció “la variada y comprometida programación, cuya coherencia transversal invita a una revisión política e histórica del pasado para interrogar un presente y hasta prefigurar el futuro, a través de un cuestionamiento del propio lenguaje y el oficio cinematográfico”, según sostiene el fallo.

A la vez, en la Competencia Internacional de Cortometrajes, resultó ganadora como Mejor Película “Fuego en el mar” (Argentina), del cordobés Sebastían Zanzottera –que se llevó también el premio Cine.ar/Incaa a Mejor Película de la sección-; mientras que “Luto” (Argentina), del también cordobés Pablo Martin Weber (UNC), recibió una mención especial del jurado. Por último, en la Competencia Nacional de Cortos de Escuela, la ganadora fue “Puede una montaña recordar” (UNA), de Delfina Carlota Vázquez, mientras “Fuera de campo” (Universidad de Buenos Aires), de Wanda Davenport, recibió una mención especial. Por último, el corto “Solsticio de verano” (UNC), del cordobés Pablo Moschner, se llevó también el premio Paola Suárez de APAC (Asociación de Productores Audiovisuales de Córdoba).

La amenaza de la extinción de los fondos de fomento a la producción cinematográfica argentina a causa de la caducidad de la Ley de Cine –dispuesta por el gobierno de Mauricio Macri mediante un DNU con la Ley 27.432, aún no modificada por el actual, que le pone fecha tope a esos y otros fondos para fin de año- fue abordada también en la ceremonia de cierre del FICIC, donde varios protagonistas abogaron por la sanción de una nueva ley que extienda la vigencia de estos mecanismos de sustento a la cultura. El cine está en riesgo en Argentina y, como afirmó el propio Peña, hay pocos espacios que se hacen eco de esta situación. FICIC es uno de ellos, pues durante cuatro días convirtió a Cosquín en el refugio para la cinefilia y la producción cinematográfica nacional, un regreso que vale la pena celebrar con alegría.

Por Martín Iparraguirre

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FICIC 2022

El cine revive en Cosquín

Roger Koza habla de la 11va edición del Festival Internacional de Cine Independiente que comenzará este jueves en la ciudad serrana, nuevamente en formato presencial

El Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (FICIC) vuelve mañana a la presencialidad plena, para su onceaba edición, con el desafío de recuperar la experiencia del cine como un ritual comunitario, acaso la marca que lo supo distinguir. El FICIC, en efecto, no es un festival entre otros. Si bien su formato y hasta la selección de películas que ofrece puede remitir a los grandes festivales del país -en una escala mucho menor por supuesto-, su dinámica es bien distinta. El contexto serrano de Cosquín, la propia la dimensión del certamen –concentrado en un espacio pequeño, en cuatro días intensos a pura cinefilia- y la filosofía –sumada a la dedicación- de los organizadores, se confabulan para que el FICIC se destaque como uno de los festivales más amables del género, en el que los ideales del cine como un arte del encuentro, donde una parte importante del placer se encuentra en compartirlo con otros, alcanzan su mejor expresión. Por eso, su regreso al formato presencial es una noticia para celebrar, en un contexto complicado por la crisis económica, pues en FICIC anida la singularidad de una forma artística que se encuentra en peligro de extinción. Hay por supuesto una selección de películas de primer nivel, que además de la Competencia Internacional de Largometrajes –y las competencias de cortometrajes-, ofrece las retrospectivas de dos directores muy destacados de la región (el boliviano Kiro Ruso y el argentino Pablo Mazzolo), el ciclo de cine en 35 milímetros auspiciado por Fernando Martín Peña (“Filmoteca en vivo”), un foco en autores argentinos y otro en películas recientes del cine cordobés, además de charlas y la presentación de un libro. El festival, que comenzará mañana y finalizará el domingo, tendrá además una versión online. Todo eso y mucho más revela el director artístico del FICIC, el crítico y programador Roger Alan Koza, en el siguiente diálogo.

Antes que nada, ¿cómo viene el regreso del FICIC a la presencialidad?

Roger Koza (RK): La única razón por la que tiene sentido hacer festivales como se hicieron durante el siglo pasado es mantener viva esa tradición que llamaría “la tradición del cine”. Es la tradición sin nacionalidad que erigió poéticas y estilos, autores y géneros, y también moldeó un público internacional que estuvo dispuesto a quedarse sentado y sin distracción alguna en un recinto sin referencias domésticas y en el que se producía una experiencia inédita de ver y casi tocar mundos ajenos. El cine nació con esa condición de posibilidad existencial. Esa experiencia es imposible en la casa propia; el cine no pertenece al orden doméstico, porque los otros del cine no son nuestra familia. Ese es el motivo esencial.

¿Cómo hicieron para llevar adelante la edición 2022 ante los ajustes del INCAA?

RK: Yo no estoy al tanto de las minucias del recorte; escucho, leo y me entero. Sé que a la administración de Luis Puenzo (en el INCAA) los festivales de cine no le resultaban prioritarios en su agenda; ni siquiera el Festival de Mar del Plata le importó. Pero a ese problema se suma otro: la devaluación permanente de nuestra moneda. Nosotros apenas podemos pagar un “screening fee” o tarifa de proyección. Juntar 200 euros, que afuera no es nada, para un festival pequeño como el nuestro, es un esfuerzo sustantivo y una decisión de producción. Hacer un festival de cine en este país es una empresa casi imposible. Imagínese: cuatro películas extranjeras y una retrospectiva con dos películas y tres cortos podría salir, con suerte, alrededor de 1.500 euros. Sume en blue.

Pese a la variedad de películas que exhibe, el FICIC suele tener una línea editorial en su programación, cierta idea de cine que une a las diversas películas. ¿Cuál sería este año?

RK: Todas las películas están seleccionadas teniendo en cuenta tres cosas: vivimos en un mundo hostil e injusto; el cine puede iluminar experiencias y visiones de mundo que no estén subsumidas en este orden internacional de desprecio generalizado de la vida humana y su entorno; el mundo de hoy se percibe en imágenes y en los diversos regímenes de imágenes están las que pertenecen al cine. Yo intento que las películas den cuenta de otras poéticas y otros sistemas de representación. Se trata de hallar planos cinematográficos, no imágenes-mercancía que ya abundan y solamente sobreexcitan la percepción.

Hay películas de Alemania, Perú, Irán, República Dominicana, Argentina… ¿Cómo programás la Competencia Internacional?

RK: Las películas extranjeras y asimismo las argentinas son películas que han tenido estrenos en festivales clave. “District Terminal”, la increíble película iraní que poco tiene que ver con el cine iraní que solemos ver, y la comedia marxista de vampiros titulada “Bloodsuckers”, tuvieron sus respectivos estrenos en la competencia Encounters de la Berlinale 2021. Si puedo incorporar estas películas se debe a mi labor como crítico y programador en otros festivales. He escrito sobre algunas películas programadas, he programado otras en festivales que sí cuentan con dinero y en los que trabajo. Llegado el momento de enviar la invitación, soy consciente de nuestro límite, pero también de la relación que he mantenido con las películas y sus directores. Simplemente puedo decir con claridad qué puedo ofrecerles junto con la gente que hacemos el festival. En términos económicos, es poco y nada; en otras divisas que no cotizan en el mercado, divisas que no pertenecen a la lógica del Capital, pues bien, podemos prodigar amor, compromiso y reflexión a las películas, y darlas a conocer honrándolas.

Las dos competencias de cortometrajes son otra apuesta fuerte del festival…

RK: Los cortos y los largos pueden valer lo mismo en términos estéticos. La duración solamente expresa extensión en el tiempo. El rigor formal y la pertinencia temática, la hermosura y la eficacia, el conocimiento de las tradiciones y la innovación no son aspectos que resplandezcan más o menos en función de si la película dura 10 o 170 minutos. En cada caso, hay dificultades y facilidades. Nunca me canso de señalar: el gran Artavazd Pelechian hizo solamente un par de cortometrajes y algunos de estos bastan para justificar la invención del cine. “Los habitantes” dura menos de 10 minutos. En mi mente ese film orienta el criterio de selección.

¿Qué nos podrías adelantar respecto a las retrospectivas? 

RK: Están todas las películas de los realizadores elegidos. En ambas, la percepción es un tema central. Abrir con El gran movimiento” (Bolivia, 2022) de Kiro Russo es todo un desafío. Es un filme popular y de vanguardia al mismo tiempo, una película única en la que el espacio se delinea como una categoría decisiva y en la que la imaginación está libre para interrogar ese espacio llamado La Paz, capital administrativa de Bolivia, invistiéndolo de mitos y creencias propias de la región y sin dejar de cuestionar narrativamente la explotación de los mineros, acaso los más desfavorecidos de la sociedad boliviana. Por otro lado, el cine de Pablo Mazzolo es de una sofisticación ostensible. Entiende muy bien las relaciones entre sonido e imagen y la importancia orgánica y ontológica de la imagen analógica. Es una experiencia de placer absoluto encontrarse con sus películas.

El cine local atraviesa casi todas las secciones e incluso hay un foco con dos estrenos.  ¿Cómo ves su momento actual? 

RK: El cine local repite los dilemas y las conquistas del cine argentino. Es diverso, profesionalizado, interesante, pero no siempre está dispuesto a tomar riesgos de otro tipo y ponerse al límite de sus condiciones de producción y de sus tradiciones estéticas. Hay algunas películas notables en el haber provincial. El corto de (Ezequiel) Salinas titulado “Suquía” (2019)es hoy en día la glosa de todo lo que falta a muchas películas que son sin duda muy buenas, pero que se mantienen en una línea de certeza. Una de las películas cordobesas de esta edición también representa ese riesgo extremo: “Estrella roja” (2021, de Sofía Bordenave). Por otra parte, los tres cortometrajes del joven (Pablo Martín) Weber son motivo suficiente de celebración. Espero su largometraje con ansiedad. Es un cineasta del siglo XXI: trabaja con el excedente de imágenes que pululan sin más y se las apropia cinematográficamente. Las imágenes se vuelven planos y en ese procedimiento revive el cine.

Otro gran clásico del FICIC son las proyecciones en 35 mm, que este año estarán dedicadas nada menos que al cine soviético, ¿a qué responde la elección?

RK: La pregunta presupone alguna astucia política de nuestra parte; lamento desilusionarlo. No está solo: la misma inquietud la ha expresado un periodista en otro medio. La elección de las tres películas nació de un intercambio con Fernando. Dos las dimos en Filmoteca por la TVP (televisión pública). Las tres están relacionadas con mujeres cineastas, y esa sí es una cuestión política de primer orden. La elección no tiene absolutamente nada que ver con los sangrientos acontecimientos que tienen lugar en Ucrania. No participo de ningún delirio hermenéutico en la materia; cualquier vida humana es valiosa y las invasiones y las guerras son el fracaso de nuestra especie. Tampoco se trata de una respuesta irónica a la heladería que dejó de vender el gusto “crema rusa”.

Por último, pese a la fuerte apuesta por la presencialidad, el festival tendrá también su versión online…

RK: La versión online será menos generosa que la presencial por razones de presupuesto y derechos, pero nuestro intento es que personas que están muy lejos puedan estar más cerca. Es solo eso.

Por Martín Iparraguirre

Copyleft 2022

Toda la programación de la 11va. edición del FICIC se puede encontrar en https://cosquinfilmfest.com/, donde también se pueden comprar entradas de manera anticipada

Versión online

Desde mañana al domingo, en forma simultánea al desarrollo del festival, habrá disponible también una selección de películas que conforman la programación del FICIC 2022. Se podrán seguir desde la web del festival, aunque no en cualquier momento: las películas se proyectarán únicamente en el horario pautado en la grilla de programación disponible en la página del festival. La organización aclaró que se podrán ver “una sola vez por un tiempo no mayor a 12horas desde su programación”. Los espectadores deberán registrarse de una manera simple en la web. www.ficic.com.ar para acceder a las películas.

Bafici 2022

El cine que nos pensó en pandemia

«Clementina»

La 23 edición del Bafici finalizó con la premiación de dos películas argentinas que trabajaron sobre el aislamiento social por el Covid-19

La 23 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine (Bafici) llegó a su fin con el anuncio de las películas ganadoras en sus distintas competencias, un palmarés donde los representantes de la Universidad del Cine (FUC) –fundada por el célebre director Manuel Antín, gran homenajeado por el festival en esta edición– volvieron a destacarse entre los principales galardones.

Es así que la argentina «Clementina», ópera prima de Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman –producida por El Pampero Cine (compuesto por Mariano Llinás, Laura Citarella, Alejo Moguilansky y el propio Mendilaharzu)-, obtuvo el Gran Premio y Mejor Largometraje de la Competencia Oficial Internacional, imponiéndose sobre notables filmes de la región y el mundo como «Sis dies corrents», de la española Neus Ballús –que se llevó el premio a la Mejor Dirección-; “Le Prince”, de la alemana Lisa Bierwirth; o “El gran movimiento”, del boliviano Kiro Ruso. Pequeño filme de cámara, «Clementina» es un proyecto que surgió en plena pandemia de Covid-19 al igual que su primo menor, «La edad media», de Luciana Acuña y Alejo Moguilansky -otra pata de El Pampero Cine-, que se quedó con el premio a Mejor Largometraje de la Competencia Argentina. Ambos filmes, a su muy distinto modo, tematizan el aislamiento preventivo y obligatorio impuesto durante la primera ola de la pandemia de coronavirus en Argentina, con una apuesta por satirizar las rutinas de la vida cotidiana en pareja («Clementina») o en familia («La edad media») desde una mirada que apuesta a la creatividad para crear ficción desde la más cruda realidad, pese a las múltiples limitaciones que impuso la situación –acaso uno de los sellos de fábrica de la célebre productora porteña-.

En tanto, la catalana Neus Ballús ganó en el rubro Mejor Dirección por la muy buena visión sobre las migraciones de su filme «Sis dies corrent»; mientras que «Carrero», ópera prima de los argentinos Fiona Lena Brown y Germán Basso que aborda la cruda realidad de los carreros en las barriadas pobres del conurbano bonaerense se llevó el premio Estímulo al Cine Argentino. También en la Competencia Internacional, dentro de los cortometrajes, se impuso la argentina «Ida», de Ignacio Ragone.

Respecto a la Competencia Argentina, la entrañable comedia «Amancay», de Máximo Ciambella, ganó como Mejor Película, mientras que «El nacimiento de una mano», de Lucila Podestá, quedó seleccionada como Mejor Cortometraje; Gastón Solnicki se llevó la Mejor Dirección por «A Little Love Package»; y el notable filme «Camuflaje», nueva incursión de Jonathan Perel en las reflexiones sobre la memoria de la última dictadura, mereció el Premio especial del Jurado. Hay que destacar también que, en esta sección, la película cordobesa «Paula», de Florencia Wehbe, se llevó premios no oficiales: el reconocimiento como Mejor largometraje de realizador/a latinoamericano/a de hasta 35 años del FEISAL (Federación de Escuelas de Imagen y Sonido de Latinoamérica) y una mención especial para Damián Tetelbaum por su trabajo en la edición del filme, otorgada por la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales (SAE) y la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales (EDA).

Por fin, en la Competencia Vanguardia y Género, la película suiza «La Mif», de Fred Baillif, se llevó los premios a  Mejor largometraje y Gran Premio del jurado, mientras que la paraguaya Paz Encina ganó la Mejor Dirección por “Eami”; y la notable película “El fulgor” (Argentina), de Martín Farina, se llevó el Premio Estímulo al Cine Argentino.

Son todos premios atendibles dentro de una larga lista de candidatas que quedaron excluidas, a veces en forma injusta. Pero lo importante, en todo caso, es que durante 12 días el Bafici logró convertirse nuevamente en una pantalla del cine más desafiante de la región y el mundo, con más de 450 funciones en 15 sedes de la Capital Federal, concentradas este año en el microcentro porteño. Pese a las restricciones presupuestarias, el festival logró estrenar algunos grandes filmes del mundo (“Mutzenbacher”, de la alemana Ruth Beckermann, “Viens je t’emmène”, del francés Alain Guiraudie, o “Marx puó aspettare”, de Marco Belocchio, se vieron por ejemplo en los últimos días), así como traer y presentar a directores desafiantes (Pascalle Bonet y David Fisher los más destacados), y ofrecer varias sorpresas en su selección de cine regional y nacional, como las películas de le directore Lucía Seles. No es poco para un regreso pleno tras casi dos años de virtualidad por la pandemia del coronavirus, aunque funja sólo como una base sólida para que el encuentro porteño -que fue seguido por unas 380.000 personas en forma presencial y/o virtual- vuelva a despegar en busca de sus mejores formas.

Por Martín Iparraguirre

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Durante varios días más, las películas del Bafici se podrán ver en forma gratuita de manera online en http://www.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar

La lista completa de premios se puede ver aquí:

https://www.buenosaires.gob.ar/festivalesba/noticias/conoce-los-ganadores-de-bafici2022

Bafici 2022

Amor por los exóticos

El Bafici estrenó la “Trilogía del Tenis”, de Lucía Seles, una directora fuera de toda norma y costumbre 

Una de las sorpresas más gratas que está dejando la 23 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) se llama Lucía Seles: se trata en realidad del pseudónimo de un director que no quiere dar a conocer su nombre, pero cuyo cine tan original como él sorprendió a todos en el encuentro porteño. Debutante absoluto en el mundillo cinéfilo, Seles desembarcó en el Bafici como si viniera directamente de Marte, con nada menos que tres filmes, todos estrenos y relacionados entre sí: “Smog en tu corazón”, que participa en la Competencia Argentina, “Saturdays Disorders” y “Weak Rangers”, que fueron programadas en la sección de Comedias. Partes en realidad de una “Trilogía del Tenis”, habría que hablar más bien de distintos capítulos de una misma obra, que hace del amor por el absurdo, la creatividad y la comedia farsesca el motor incombustible de sus tramas.

El planteamiento es tan escueto como los medios de producción de las películas, filmadas de manera absolutamente independiente por Seles, con un grupo de teatro que uno adivina debe estar formado por sus amigos. En un complejo de tenis dirigido por Manu, cinco personajes se debaten por dramas mínimos que son potenciados hasta lo inconcebible por sus neurosis y pequeñas obsesiones incontrolables. Está el dueño del lugar -que no parece tener muchas habilidades deportivas, pero concibe al club de tenis como si fuera un lugar de ensueño-, su secretaria o encargada o vaya a saber qué llamada Lujan, un amigo de la adolescencia que oficia como contador, otro mejor amigo de la infancia que llega de San Juan a trabajar en el lugar y la flamante profesora de tenis que no concibe que la llamen “profesora” porque ella es “tenista”. 

Personajes desplazados de cualquier norma, uno diría que han salido directamente de un neuropsiquiátrico para caer en el pequeño club que alberga sus delirios: ya desde “Smog en tu corazón” -primera parte de la trilogía-, queda claro que Seles apuesta por un registro particularísimo donde la verosimilitud sede ante el juego con las posibilidades cómicas que abren situaciones mínimas, a menudo banales y absurdas, que tiene que ver con los pequeños TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) que puede ostentar cada uno de sus personajes. Por ejemplo, a Seles le basta que surja la idea de realizar una “procesión paralela” a la basílica de Luján (vale decir, salir de la célebre iglesia en marcha hacia la capilla más cercana del lugar, simplemente para inventar una “nueva procesión”) para articular sus dos primeras películas, que no tienen mucho más arco narrativo que ese objetivo mínimo planteado por los personajes. Por supuesto, en medio hay una infinidad de situaciones absurdas o ridículas, dramas cotidianos inconcebibles generados por las dificultades emocionales, sociales y hasta intelectuales que exhiben sus personajes, todos heridos de algún modo por la vida, todos incapacitados para adaptarse al mundo adulto y sus formas convencionales. 

Con una puesta en escena tan esquizoide como los propios personajes –donde mezcla tiempos narrativos, con una cámara inquieta que habitualmente se descontrola y huye para cualquier lado–, la propuesta de Seles tiene por supuesto antecedentes que se podrían rastrear en la televisión –sobre todo por la forma de sketches narrativos que toman las obras– pero sería una especie de traición remitirla a ellos, pues sus películas están fuera de toda norma y costumbre. Se trata más bien de explorar el placer por la creación de situaciones humorísticas de la nada, con personajes encantadores por su inmadurez, inocencia y buen corazón, como si hubieran saltado directamente de la niñez a la adultez. Y entregarse al espíritu anárquico, caótico y casi punk, que despliegan las películas. Si el espectador se deja seducir por la propuesta, como ha sucedido indiscutiblemente aquí en Bafici –donde Seles causa sensación–, el resultado será una de las experiencias más gozosas y gratificantes que puede ofrecer el festival porteño. Por cierto, las tres películas se pueden ver online desde el sitio del festival (https://ciclosyfestivales.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar).

Por Martín Iparraguirre

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Le directora:

Lucía Seles es el pseudónimo del multifacético director Diego Fernández, que ya filmó otras tres películas –“Baixo erotism” (2005), “Mujer sin un destino” (2006) y “Dumbo 4” (2007)- bajo el nombre de Rocío Fernándes. Como Seles, se destacó también como artista musical –con temas que pueden escucharse en Bandcamp- y directora de teatro, donde solo en 2021 estrenó cuatro obras propias. Ahora llegó al Bafici con tres películas de naturaleza anárquica: “Smog en tu corazón”,  “Saturdays Disorders” y “Weak Rangers”. Pueden verse en https://ciclosyfestivales.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar.

Bafici 2022

La mirada sobre los otros 

Eami

Algunos filmes destacados de la 23 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente 

Una de los placeres que suelen dispensar los festivales de cine al espectador esforzado es la posibilidad de encontrar “hilos rojos” entre las películas, conexiones impensadas que hermanan secretamente a filmes que pertenecen a latitudes, culturas y tradiciones absolutamente disímiles. Este año, en la 23 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), ese juego se repite con distintas temáticas y variantes: por ejemplo, el sexo y su representación explícita, que se puede hallar en películas como “Pleasure” (Suecia), de Ninja Thyberg, “Las aventuras de Lidia” (Canadá), de Bruce LaBruce –que está presente en el festival–, “Porno 3079” (Alemania), de Daniel Schäfer, o el hermoso delirio de “Así se rodó Carne quebrada” (España), de Gonzalo Pelayo; todas las cuales juegan con la estética pornográfica y la replantean de distintos modos para pensar los sentidos del placer contemporáneo. 

Otra constante es la cuestión de la otredad, que suele merecer densos tratados académicos pero que en cine constituye un dilema de primer orden. En efecto, ¿qué es lo Otro? O más bien, ¿quiénes son los Otros? Porque no cualquier persona merece ese infausto sustantivo que viene a denominar una discriminación apriorística por cuestiones de raza, etnia, religión, política o identidad sexual. Se sabe, el cine puede ser un instrumento de legitimación de los prejuicios sociales que buscan legitimar un orden injusto en base a la construcción simbólica negativa de ciertas minorías sociales, o puede servir para subvertirlos. Lo cierto es que cada que vez que enciende su cámara, el cineasta se enfrenta al dilema de cómo filmar a aquellos en quienes posará su objetivo, sean del color que sean. Si por un lado el propio acto de representación implica una violencia sobre los otros, también ocurre que la puesta en escena -como diría el filósofo Jean-Louis Comolli- le devolverá al director su mirada sobre los seres que ha filmado, expondrá su visión del mundo ante los espectadores, que quedará además perpetuada para la eternidad (“Mirando mi mirada, es decir una de las formas perceptibles de mi puesta en escena, él –ella- me devuelve con su mirada el eco de la mía, me devuelve mi puesta en escena tal como rebota sobre él -ella-”, afirma Comolli en “Carta sobre la autopuesta en escena”). Claro que la cuestión se complejiza cuando se filma a minorías que habitualmente son estigmatizadas desde los medios de comunicación, como ocurre en distintas películas de este Bafici, que muestran una interesante variedad de alternativas para resolver el dilema planteado en este párrafo.

Un caso particularmente bello es el de “Eami” (Paraguay, Argentina), de Paz Encina, que acaba de estrenarse en la Competencia Vanguardia y Género del Bafici, donde la directora paraguaya intenta recrear la cosmogonía de los pueblos originarios para narrar el desplazamiento del monte chaqueño de la pequeña comunidad indígena Ayoreo Totobiegosode (la única tribu “no contactada” de Sudamérica que ha sobrevivido fuera de la cuenca amazónica, según informa Wikipedia). Con una apuesta sensitiva que llena al plano de distintas capaz sonoras y visuales, Encina asumirá la voz de una deidad propia de la cultura ayorea para guiar su película: el “Asojá”, pájaro-Dios-mujer que narrará en primera persona mediante una voz en off el padecimiento de la comunidad tras un ataque furtivo del hombre blanco. Encarnado en la pequeña niña Eami (palabra que además significa “bosque” y también “mundo” en el dialecto de la comunidad), el Asojá emprenderá el camino de salida del monte profundo junto a un hombre mayor llamado “Lagarto”, tras un ritual de sanación de su cuerpo por las heridas que dejó la invasión blanca. Eami está preocupada por la suerte de su amigo Aocojái, que se ha perdido en el ataque, pero Lagarto la impulsa a huir del bosque. 

He allí el pequeño eje narrativo de la película, que por lo demás procurará recrear el imaginario simbólico de la comunidad  Ayoreo Totobiegosode mediante distintos dispositivos. Por supuesto, la voz en off de Eami, que irá narrando la experiencia del desplazamiento en términos mitológicos con un relato que guarda momentos de particular belleza poética. Pero además hay una narración temporal sin centro, donde los acontecimientos se encadenan sin un orden cronológico claro, como si todos los tiempos se superpusieran en el presente del relato. Y lo más interesante de la apuesta –que por supuesto podemos denominar como “realismo mágico”, con perdón de la palabra– se encuentra en la construcción estética de ese universo, con un trabajo notable en el sonido que superpone distintas capas sonoras de la naturaleza y el mundo que invaden continuamente el plano (el fuera de campo cobra particular relevancia en el filme, funcionando como un espacio crecientemente amenazante), que es habitado por dimensiones invisibles a los ojos pero no a los oídos. De esta manera, el mundo filmado por Encina está constituido por distintos tiempos y espacios que se expresan simultáneamente en sus cuidados planos de la naturaleza, componiendo un sistema estético que responde a la cosmogonía de aquellos que filma.

Le Prince

Muy lejos de aquí, la película “Le Prince” (Alemania), ópera prima de Lisa Bierwirth, ofrece un modo distinto de acercarse a la otredad, esta vez desde el centro de los prejuicios de clase europeos. Aquí, una curadora de arte llamada Monica conoce, en una particular situación emocional, al empresario Joseph, de origen congoleño e inmigrante ilegal. El flechazo será instantáneo y llevará a Monica a introducirse en el universo existencial de Joseph, donde la precariedad se toma la mano con la ilegalidad. Filmada con particular contención, con planos cercanos a los cuerpos y un nervio que por momentos recuerda a la directora francesa Claire Denis, Bierwirth adoptará la mirada de Monica para narrar una historia de amor tóxico, complicada por las diferencias culturales de sus protagonistas, con la figura de Joseph construida como una creciente incógnita: sus negocios opacos, sus ausencias abruptas, sus reacciones injustificadas van potenciando los prejuicios sobre el inmigrante africano, de suerte que el espectador se vea inmerso en los dilemas que enfrenta la protagonista, cada vez más confundida sobre la realidad de su vínculo. Sin miedo a desafiar la corrección política, el filme termina exponiendo las dificultades en las relaciones con las minorías sociales racializadas, donde los prejuicios se confabulan con las necesidades que impone la marginación para potenciar la incomprensión entre las personas.

Por Martín Iparraguirre 

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Bafici 2022

Sinfonía de una ciudad en estado de ebullición

El boliviano Kiro Ruso estrenó “El gran movimiento” en la Competencia Internacional del Bafici 

La cuestión del lugar de la política en el cine se actualiza por estos días en la 23 edición del Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), que avanza a paso firme pese a algunos contratiempos en las proyecciones, algo menor en una ciudad atribulada por las esquirlas que dejó la crisis económica y social de los últimos seis años de Argentina – cada día, conmociona ver el contraste entre la publicidad del gobierno de CABA que se exhibe antes de cada función y la realidad que muestran las calles sucias, plagadas de gente viviendo a la intemperie, con olor a orina como denominador común–. Se sabe que, en el cine, “todo es político” y la “política está en la forma (cinematográfica)”, ideas cuya potencia disruptiva habitualmente queda reducida por los modos en que cineastas y críticos la transforman en lugares comunes, refugios del pensamiento y/o la comunicación, que anulan precisamente aquello que venían a proponer. Ocurre que pocas veces se traducen en planos y sonidos concretos capaces de desafiar la gramática cinematográfica en pos de un objetivo mayor: hacer justicia a los espacios y las experiencias humanas que un cineasta se propone captar en sus películas, habilitando nuevas posibilidades de vinculación con ellos al espectador. 

Esto es precisamente lo que ocurre en “El gran movimiento”, del boliviano Kiro Ruso, recién estrenada en la Competencia Internacional del encuentro porteño. Suerte de secuela de “Viejo calavera” (2017), aquella notable película que narraba los padecimientos de un minero de la región de Oruro desquiciado por el trabajo, la precariedad y el alcohol, “El gran movimiento” es una ampliación notable de la mirada de Ruso porque esta vez la protagonista es la ciudad de La Paz, esa especie de colmena efervescente en estado perpetuo de ebullición. ¿Cómo filmar una ciudad como La Paz, incrustada en medio del altiplano boliviano a más de 3500 metros de altura, centro neurálgico de uno de los países más castigados de la región, donde conviven múltiples realidades sociales, políticas, étnicas, culturales y temporales? La respuesta de Ruso está en los encuadres, los movimientos de cámara y el sonido. Basta el inicio del filme para captar las elecciones formales del director: un grandísimo plano general de la ciudad abre a una apreciación macro de La Paz. Comienza el día y el estado de ebullición de esa ciudad infinita se transmite con el sonido ambiente de fondo, donde ya resuena el canto informe de la multitud. Cual sinfonía del infierno, Ruso irá acercando el plano en un notable zoom-in hasta enfocar en distintos detalles de la ciudad, que se presenta como un organismo vivo en perpetuo estado de funcionamiento. Pronto, aparecerá el segundo protagonista de la película: el querible Elder Mamani de “Viejo calavera”, que ha venido caminando durante siete días a La Paz desde Huanuni, en una protesta de mineros desempleados. No se sabe si es por la altura o algún padecimiento heredado de los años que trabajo bajo tierra, su estado de salud ha empeorado notablemente, al punto que se le dificulta muchísimo respirar. Con la ayuda de sus amigos y de una tía, Elder intentará salir adelante con changas donde invariablemente deberá poner a prueba su cuerpo cansado, ya quebrado por años de abusos en la mina. Sin embargo, la multitud acecha: Elder necesita trabajar en un contexto despiadado, donde las personas son arrojadas cada día sin contemplación a una batalla de unos contra otros en pos del pan diario. El retrato del mercado de La Paz es inclemente pese a la simpatía de Ruso por sus habitantes, a quienes regala momentos de reivindicación insólitos como una versión hermosa en clave pop del videoclip de “Thriller”, con las cholas bailando al ritmo de las melodías de Michael Jackson. Lo cierto es que la desesperación de su tía la llevarán a recurrir a un tercer protagonista del filme, un chamán y linyera misterioso que vive en la montaña de los alrededores de la ciudad y parece ser el paradójico centro reflexivo de la película, cuya presencia agrega un halo de misterio al filme y también los momentos de mayor belleza y libertad gracias a su relación con la naturaleza, apartado del bullicio y la multitud de la ciudad.

Lo cierto es que, con estos pocos elementos narrativos –donde Ruso mezcla lo documental con lo ficcional, ya que varios de los personajes actúan personajes un tanto desplazados de sí mismos–, una filmación en 16mm que le aporta una tonalidad única a la imagen –alucinatoria a veces, anacrónica otras, como si viniera directamente de los ’80 al igual que gran parte de la banda musical– y un trabajo notable en el sonido –que transmite no sólo los sonidos de la ciudad, sino también su estado de tensión permanente–, Ruso compone una sinfonía precisa de La Paz, donde el movimiento de la cámara (con el uso del zoom como eje) va y vuelve de lo general a lo particular para retratar a un ente colectivo, por momentos demencial, capaz de tragarse a sus hijos en una vorágine sin fin que culminará hacia el final en un montaje frenético, donde quedará más que claro cómo la forma cinematográfica determina la experiencia de lo que vemos en la pantalla grande. Porque lo importante a fin de cuentas es que, gracias al recorrido iniciado en ese grandísimo plano general de La Paz que abre la película, el espectador habrá podido tener aquí una experiencia de primera mano –sensible, sensitiva y estética–, de la ciudad vista desde la posición de sus habitantes menos favorecidos. He allí el gran movimiento que puede ofrecer el cine. 

Por Martín Iparraguirre

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Bafici 2022

Testimonio lúcido de la infamia

La directora cordobesa María Aparicio estrenó “Buscar trabajo”, su nuevo filme, en el Bafici porteño

La directora cordobesa María Aparicio estrenó, dentro de la 32 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), su nuevo trabajo, probablemente el mejor de su corta pero notable carrera, donde por primera vez trabaja sobre materiales ajenos –aunque el resultado es enteramente propio y singular–.

Presentado en una sección paralela del festival, dentro de la película colectiva “Lo que vieron aquellos ojos”, auspiciada por la Bienal de Arte Joven, “Buscar trabajo” ratifica la estatura de cineasta de Aparicio pese a su corta edad, ya que fue quien mejor consiguió resolver el desafío que proponía la iniciativa. Algo que por cierto no era nada sencillo.

Ocurre que, con motivo de su 50° aniversario, el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken puso a disposición de La Bienal la digitalización entera de su colección de Nitratos Argentinos, imágenes de los inicios del cine tomadas en la Argentina del 1900. La Bienal le pasó esos archivos a los distintos cineastas para que concibieran una nueva obra, con total libertad, de donde surgió “Lo que vieron aquellos ojos”, filme compuesto por cuatro cortometrajes.

El resultado es elocuente. Si la mayoría de los trabajos que integran el filme terminan diluyendo la potencia de esas imágenes en vanos ejercicios de ficcionalización –que se pierden a poco de haber iniciado- o en experimentos estéticos más bien azarosos que tienen poco que ver con la naturaleza y el contexto de esos archivos; Aparicio logra exactamente lo contrario a partir de una relación que establece con el “Informe sobre el estado de las clases obreras argentinas” (1904), de Juan Bialet Massé, contemporáneo a las imágenes.

De esta manera, una voz en off superpuesta a las imágenes va recorriendo, en primera persona, distintos fragmentos del texto de Bialet Massé, convirtiendo a la película en un testimonio profundo de ese país inhóspito que parece a una distancia inconmensurable del presente –pero no lo es tanto–.

La aparente simpleza del mecanismo esconde una complejidad mayúscula, fruto de la inteligencia de Aparicio, porque en su película las imágenes adquieren un nuevo sentido que amplía sus resonancias originales, estableciendo nuevas relaciones que potencian a ambos documentos y lo catapultan al presente, donde la Argentina sigue desgarrándose por los privilegios de unos pocos a costa del sacrificio de la mayoría.

Lo prodigioso es que Aparicio no necesita explicitar su intervención: su capacidad creativa se encuentra en las relaciones que logra establecer entre documentos ajenos para dar cuenta de sus potencias escondidas, porque no se trata de cualquier relación ni de cualquier sentido sino de aquellas que le hacen justicia a los protagonistas que habitan esas imágenes del pasado.

“Buscar trabajo” se convierte así en un testimonio preciso de la infamia, tan emotivo como trágico y bello al mismo tiempo, que aprovecha plenamente las capacidades del cine para guardar un tiempo y proyectarlo en la historia, para decir acaso lo único importante que debe ser dicho por las imágenes.

Por Martín Iparraguirre

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Bafici 2022

Tiempo de reencuentro y celebración

«Pequeña flor»

Este martes, con el estreno de “Pequeña flor”, de Santiago Mitre,
comienza la 23 edición del Buenos Aires Festival Internacional de
Cine Independiente, que podrá seguirse de manera online y presencial

La 23ra. Edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) volverá a desplegar sus maravillas a partir de hoy en la Capital Federal con un formato remozado a la fuerza por las circunstancias, que si bien intentará aprovechar las innovaciones que supuso la pandemia del coronavirus en sus formas de exhibición –que serán mixtas y además del regreso pleno a la presencialidad incluirá una modalidad online para la mayoría de su programación–, también exhibirá las consecuencias de la desastrosa gestión de Luis Puenzo al frente del Instituto Nacional de Cine y las Artes Audiovisuales (INCAA) en el ajuste de su presupuesto. Como ya ocurrió en 2021 con el mayor festival de Latinoamérica, Mar del Plata, el Bafici tendrá una significativa reducción en su programación, con unas 290 películas repartidas en diferentes secciones -de las cuales 223 se podrán ver online- que se proyectarán en más de 450 funciones organizadas en un nuevo eje geográfico, que promete ser una de las novedades a celebrar por los miles de cinéfilos que regresarán a sus salas para recrear sus añorados rituales festivaleros.

Esta vez, el Bafici se mudará a la zona céntrica de CABA con la emblemática calle Corrientes como columna vertebral y el Centro Cultural San Martín como centro de sus proyecciones principales y algunas de sus 60 actividades especiales, más la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, el Cine Lorca, el Cine Cosmos, el Cine Gaumont, la Alianza Francesa y algunas pantallas del Multiplex Monumental Lavalle como sedes aliadas. Una verdadera atención para los espectadores –que se conjuga con la intensión de revalorizar la identidad céntrica porteña, venida a menos por la pandemia-, quienes tendrán que trasladarse sólo unas cuadras para asistir a las diferentes funciones, con lo que el Bafici ganará la amabilidad que saben ostentar otros festivales, como el citado Mar del Plata. Claro que también habrá muchas actividades en zonas periféricas de la ciudad, con unas 15 sedes que ofrecerán una gran oferta de opciones como proyecciones al aire libre, talleres, charlas, presentaciones y eventos artísticos varios. El festival también ganará un día más en su programación, con el 1 de mayo como jornada extra con un programa enteramente online –que seguramente surgirá de las películas ganadoras del encuentro–, completando así 13 días plenos de pura fiesta cinéfila. Que por cierto comenzará esta misma tarde, unas horas antes de lo acostumbrado, con el estreno mundial a las 19 de “Pequeña flor”, la nueva película de Santiago Mitre (“El estudiante”, “La cordillera”), que podrá verse casi en forma simultánea por la versión on-line del festival y se presentará junto al cortometraje “Ahora ya sé dónde encontrarte” (Argentina, 2022), de Diego Berakha, capazde utilizar imágenes de Google Earth para relatar su propia historia de vida.
Claro está que, como siempre, lo principal se encontrará en la exigencia y variedad de una programación que ha sabido destacar al Bafici como uno de los festivales más innovadores de la región, acaso la vidriera global del cine independiente y alternativo de esta parte del mundo. Si bien la reducción de películas fue significativa, no implica que el festival renuncie a su identidad histórica: más bien al contrario, los especialistas anticipan un programa más coherente y organizado que en años prepandémicos, donde llegaba a incluir más de 450 películas. Es verdad que la estructura del festival se ha achicado, pues el Bafici ya no tendrá el apartado de Cine Americano y volverá a sus tres competencias tradicionales: Internacional, Argentina y Vanguardia y Género, donde los títulos se medirán nuevamente en igualdad de condiciones aunque sean largometrajes, mediometrajes o cortos, toda una decisión estética y política del festival que vale la pena destacar por su vocación de reconocer todos los formatos cinematográficos. A ellas, se agregarán secciones temáticas sin competencia como Artes y Oficios, Familias, Hacerse Grande, Lugares, Música, Nocturna, Pasiones, Películas sobre películas, Romances y Trayectorias, que guardan un verdadero mar de opciones para sumergirse a bucear y descubrir; además de las consabidas retrospectivas, todo un clásico del festival, que este año estarán dedicadas a la francesa Pascale Bodet – directora, actriz y crítica francesa que configura una verdadera promesa del festival y que integrará el jurado de la Competencia Internacional–, el animador bielorruso Genadzi Buto y el israelí David Fisher, un autor reconocido en Occidente (responsable de grandes filmes como “Waltz with Bashir” o “Checkpoint”) cuyas películas se proyectarán sin embargo por primera vez en Argentina y que también estará en el encuentro porteño como jurado oficial. Como película de clausura, se verá “Viens, je t’emmène” (“Nobody’s Hero”, Francia, 2022), estreno del gran Alain Guiraudie, un director único en el panorama global que ha sabido también ser un protegido del festival.

Puestos a bucear en las competencias, sólo para destacar algunos títulos de decenas de opciones a descubrir, en la Internacional brillan “À vendredi, Robinson” (Francia / Suiza / Irán), de Mitra Farahani, que cruza “cartas filmadas” del mítico Jean-Luc Godard con Ebrahim Golestan; la boliviana “El gran movimiento” (2021), de Kiro Russo, una sinfonía urbana de La Paz atravesada por la historia de un minero enfermo; “Leonor Will Never Die” (Filipinas, 2022), de Martika Ramirez Escobar, una película celebratoria de Leonor Reyes, alguna vez una figura célebre de la industria filipina caída ahora en decadencia; “Sis dies corrents” (España, 2021), de la catalana Neus Ballús, que construye una ficción de clase popular a partir de historias y personajes reales de su pueblo; la alemana “L’Etat et moi” (2022), de Max Linz, definida en el catálogo como “una comedia anárquica sobre el origen del derecho penal alemán”; “El pa(de)ciente” (Chile, 2021), de Constanza Fernández, que se presenta como un testimonio crudo del sistema de salud chileno en forma de comedia. La representación argentina en la sección estará dada por “Fanny camina” (2021), de Alfredo Arias e Ignacio Masllorens, un retrato heterodoxo sobre Fanny Navarro, actriz argentina de los años ’50 devota de Eva Perón; “Carrero” (2022), de Fiona Lena Brown y Germán Basso, un viaje de estética alucinatoria por los márgenes de Buenos Aires; “Clementina” (2022), debut de Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, una comedia aparentemente feliz filmada contra viento y marea en plena pandemia; y “El sistema K.E.O.P/S” (2022), de Nicolás Goldbart, una película de género sobre las paranoias de persecución de su protagonista.

Afiche de «Paula», película de la cordobesa Florencia Wehbe.

Ya en la Competencia Argentina, se presentará la principal representante cordobesa: “Paula” (Argentina / Italia, 2022), de Florencia Wehbe, que en su segundo opus aborda el tema de la anorexia en la adolescencia, con una mirada muy empática hacia esa edad de la vida. Tendrá que medirse con nombres mayores en el cine nacional como Alejo Moguillansky –que ya recibió numerosos premios en el Bafici–, quien nuevamente junto a su compañera Luciana Acuña presenta “La edad media”, otra comedia autobiográfica de su familia centrada esta vez en la experiencia de la pandemia; o Raúl Perrone con “Sean eternxs”; Jonathan Perel con “Camuflaje”; Gastón Solnicki con “A Little Love Package”; Ulises Rosell con “El futuro”; y Pablo Levy con “Julia no te cases”; entre varias opciones más que incluyen a Cristian Pauls (con la recomendada “El campo luminoso”), Alejandro Hartmann (“El Nacional”) o Máximo Ciambella (“Amancay”).

Dentro de la Competencia Vanguardia y Género, en medio de una larga lista de 28 filmes en diferentes formatos, se verán “Vas-tu renoncer?” (Francia, 2021), de la citada Pascale Bodet; “El fulgor” (Argentina, 2021), de Martín Farina; “Medusa” (Brasil, 2021), de Anita Rocha da Silveira; “EAMI” (Paraguay / Argentina), de Paz Encina; y “Porno 3079” (Alemania, 2022), de Daniel Schäfer; todas muy recomendadas por la crítica especializada, aunque la sección siempre tiene muchísimas sorpresas para dar, de todo calibre y género, en una aventura del descubrimiento que sólo pueden ofrecer festivales como el Bafici.

Por lo demás, en la tradicional sección de Trayectorias se podrán ver las últimas películas de grandes maestros y maestras del mundo, como la francesa Claire Denis (“Avec amour et acharnement”), el argentino Andrés Di Tella (“Diarios”), la japonesa Sho Miyake (“Small, Slow But Steady”), los norteamericanos James Benning (“The United States of America”) y Paul Schrader (“El contador de cartas”), los italianos Nanni Moretti (“Tre piani”) y Marco Bellocchio (“Marx può aspettare”), el canadiense Denis Côté (“Un été comme ça”), la austríaca Ruth Beckermann (“Mutzenbacher”) o el surcoreano Hong Sangsoo (“The Novelist’s Film”), toda una estrella en estos encuentros. A lo que habría que agregar el resto de la programación de las otras secciones paralelas si tuviéramos espacio, entre las que se destaca también el Baficito –festival destinado a los niños–, que tendrá hoy mismo su inauguración con la proyección de “El ascenso y caída del Chop Chop Show” (Argentina, 2022), de Diego Labat. O los hallazgos que se pueden encontrar en secciones como “Rescates” y “Homenajes”, con filmes legendarios restaurados para la ocasión, como “O movimento das coisas” (Portugal, 1985), de Manuela Serra, “Bolivia” (Argentina, 2001), de Israel Adrián Caetano, “Prisioneros de la tierra” (Argentina, 1939), de Mario Soffici, o “La cifra impar” (Argentina, 1962), de Manuel Antín, entre muchos otros.

Sí hay que destacar la visita al festival de figuras prominentes del cine mundial, especialmente el cineasta canadiense Bruce LaBruce –otro clásico del Bafici– de quien se proyectará “The Affairs of Lidia” en calidad de premiere mundial. Lo acompañará, entre otras visitas, Jorge Arriaga, célebre compositor de Raúl Ruiz, quien dará una clase magistral al igual que LaBruce. También habrá charlas presenciales y online con invitados internacionales y nacionales, el lanzamiento de cuatro libros y proyecciones aniversario, como el homenaje a los 25 años de la legendaria “Happy Together” (Hong Kong, 1997), de Wong Kar-wai, rodada en Argentina.

La fiesta está, entonces, servida para todos, con la ventaja de que este año podrá volverse verdaderamente federal gracias a la posibilidad de disfrutarla de manera online a través de la plataforma Vivamos Cultura (donde estará disponible el 75% de la programación): www. https://ciclosyfestivales.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/. Allí, podrán descargarse también los insumos básicos para disfrutar del festival: el Catálogo con toda su programación y la Guía de estrenos diarios para acompañar el encuentro desde la comodidad del hogar (pues cada película se habilitará de manera online durante varios días a partir del estreno presencial).

Por Martín Iparraguirre

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PD: La programación, el catálogo del festival, los links de reserva de entradas y de visionado de películas online se encuentran en http://www.vivamoscultura.buenosaires.gob.ar ó a través del Whatsapp del asistente virtual de la Ciudad, 11-5050-0147.